miércoles, 2 de octubre de 2013

Bebiendo los orines del Monstruo

Cuentan los árboles que nada hay más honorable que morir de pie. También cuentan los muxes, sin embargo, que ciertos líquidos que se comercializan con normalidad son perniciosos para la salud. Me refiero a las temidas bebidas energizantes. ¿Quién no ha escuchado testimonios como los siguientes?: "Olí una lata de Burn y descarriló un tren lleno de pasajeros en Praga" "Tomé un sorbito de Red Bull y un huracán arrasó Indonesia" "Desde que me bebí un Monster ya no puedo cagar boca abajo". Tragedias incomensurables, sin duda.

Pero estas porquerías burbujeantes las venden en cualquier supermercado. De modo que, cuando una estridente cartel de oferta señalaba que una lata costaba un euro, no pude resistirme a realizar una de mis tradicionales catas. Los recuerdos del desequilibrio gástrico que me provocó el Red Bull se me agolparon en la mente, pero pronto sucumbieron a mi curiosidad.

El elixir que fue objeto de mi última cata.


Allí estaba yo, de pie ante un estante lleno de latas de un brebaje de temible nombre: Monster. Rehab a modo de apellido. Y con la letra o atravesada verticalmente. ¿Qué significaba aquello? ¿Los súcubos planchan sus calcetines? La marca del diablo, un arañazo de tres surcos, figuraba sobre un fondo amarillo por encima del nombre. Unos quince centímetros de alto eran suficientes para albergar la desmesurada cantidad de 500 ml de líquido. Una hilera de palabrotas en la parte superior no presagiaba nada bueno: "taurina + refresh + rehydrate + revive + ginseng". Qué manía con ponerlo todo en inglés. Por abajo: "tea + limonade + energy". Y, demonios, desde hace cosa de un año el té se ha convertido en una de mis pasiones, así que decidí darle una oportunidad a esta orina destilada. Sólo tardé cinco minutos en seleccionar el envase propicio. 

Cuando escogí una de aquellas latas y la deslicé raudamente en el interior de mis pantalones (¿dónde se ha visto pagar al rey?) advertí que una niña de unos seis años había presenciado toda la operación. La condenada no apartaba los ojos de mi magna persona, de modo que la interpelé como sólo puede hacer Weinor, el amigo de los niños: "No intentes seducirme, meretriz infecta. La clientela que buscas la encontrarás en la sección de comida de perro". Entonces lanzó un grito tan agudo que me estalló mi monóculo en pleno rostro. Le propiné tal patada a esa bruja insolente que fue a parar a la zona de la carne. Acertado destino para semejante puerca, oh hermanos.

A la mañana siguiente, dispuse mi desayuno con gran solemnidad. Junto a mis excelentes galletas Dinosaurus coloqué la dichosa lata de Monster Rehab, extraída de la nevera. La examiné atentamente, y leí una extraña historia en su dorso:

Mientras estaba disfrutando de la fiesta de piscina de Rehab en Las Vegas, tras un fin de semana de juerga, pensando en un remedio para mi boca de estropajo, admirando el desfile de cuerpos que tenía ante mis ojos y reflexionando si era o no buena idea doblar mi apuesta en el black-jack cuando el repartidor de cartas sacase otra carta...
 AHÍ SE ME OCURRIÓ
Necesitamos una bebida nueva, una que pueda hacerlo todo: un triplete que quite la sed, te hidrate como una bebida para deportistas y que te ponga en marcha después de una larga noche...
Monster Rehab:
RE-FRESH, RE-HYDRATE, RE-VIVE o en otras palabras, rehabilita con una mezcla fantástica de té, limonada sin gas, electrolitos y nuestra increíble combinación energética Rehab para ponerte las pilas.

Vaya una sarta de gilipolleces. Finalmente alargué mis poderosos brazos y realicé un sutil movimiento con mis dedos para descubrir el tarro de las esencias. Un chasquido sordo en dos tiempos me indicó que el momento estaba próximo. Acerqué la lata a mis labios y bebí con recelo el líquido de su interior.

He de decir que aquello parecía Nestea. Un refresco con sabor a té,. Quedé gratamente satisfecho Yo me temía los peligros de una bebida con gas, y es que no había reparado en las palabras "NON CARBONATED" (en mi defensa argüiré que mi monóculo había resultado gravemente dañado la jornada previa). De hecho intenté eructar con insistencia, y tanto empeño le puse que acabé expeliendo una flatulencia de esas que hacen temblar las lámparas de las embajadas. ¿"Rehab the Beast"? Y tanto. Un par de rilamientos más completaron una melodía digna del mismo Vangelis.

Pero aquellas ventosidades poco tenían que ver con el delicioso néctar del Monstruo, pues durante el resto del día no me desinflé más. Sí noté la ausencia de la fatiga que me aflige a diario. Me sentí tan jovial como un lechón en el barro. Vaya una cosa milagrosa. Sip, sip, sip, fue todo muy emocionante aquel día. ¿Os recomiendo este brebaje a vosotros mis vasallos? Así es, siempre y cuando no resulte realmente ponzoñosa para la salud.

Vista mi aventura en perspectiva, puedo afirmar con jactancia que desafié a la muerte una vez más y sobreviví para contarlo. Ningún meado de Monstruo podrá desteñirme las barbas, porque YO PAGO MIS IMPUESTOS. Y no sólo eso, sino que además me gusta el queso.

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