jueves, 7 de noviembre de 2013

El volcán que arrasó Martinica

El siglo XX será recordado por muchas cosas, tanto positivas como negativas. Importantes avances científicos y progresos sociales junto a cruentas guerras y catástrofes naturales. Entre estas últimas despunta por su impacto y controversia la erupción del Monte Pelée el 8 de mayo de 1902.

La isla de Martinica, por entonces una próspera colonia francesa, fue arrasada al igual que lo fuera Pompeya diecinueve siglos atrás. Ahora bien, ¿pudo ser evitada esta tragedia que segó la vida de 30.000 personas? Cuenta la leyenda que la negligencia y el egoísmo del gobernador impidieron la evacuación de la ínsula antes de que se desencadenase el infernal fenómeno de la naturaleza.

Fotografía del puerto de Saint-Pierre tomada la víspera de la erupción.


El monte Pelée (pelado en castellano) es un volcán activo que actualmente se eleva en unos 1.397 metros. Esta altura era mucho mayor antes del hecho que explicaremos hoy. Previamente había dado señales de actividad en 1792 y en 1851, aunque las erupciones transcurrieron sin consecuencias graves. A siete kilómetros de la montaña se encontraba Saint-Pierre, capital de la colonia y ciudad más poblada de la isla caribeña.

A finales de abril de 1902, el Monte Pelée empezó a registrar nuevas muestras de actividad volcánica. Temblores de tierra, ruidos subterráneos, explosiones en la cumbre y fumarolas de azufre no parecieron alertar a los habitantes de Martinica.

El 1 de mayo, la ceniza expelida por el volcán cubrió los sembrados cercanos y contaminó las aguas próximas al puerto de Saint-Pierre, en el que se hallaban anclados algunos buques extranjeros. Desde esa misma noche, los ruidos subterráneos y unos pequeños seísmos comenzaron a intranquilizar a los habitantes de la capital.

La densa columna de gases que proyectó el Monte Pelée en el momento de su erupción.


En los dos días siguientes, los síntomas no hicieron sino empeorar. Aparecieron fumarolas de azufre, se produjo una tenue lluvia de ceniza y se formó un río de agua hirviendo procedente del volcán que en su descenso hasta el mar mató a 23 personas y varios animales.


Los habitantes de Martinica, ahora sí, acudieron a consultar a las autoridades de la isla, refugiándose en la capital. El alcalde de Saint-Pierre, Roger Fouché, junto con el gobernador, Louis Mouttet, trataron de tranquilizar a la población. Mouttet estaba concentrado en renovar su mandato en las elecciones fijadas para el domingo 11 de mayo, y temía que el pánico pudiese alterar el correcto funcionamiento de unas elecciones que él preveía ganar. Según parece, coaccionó al director del diario local para que no alarmase a los vecinos mencionando el riesgo de erupción. No sólo eso, sino que además mandó que las tropas bloqueasen las salidas de la ciudad para que nadie pudiera huir. Según los registros del puerto, por aquellos días seguía llegando más gente a la ciudad de la que se marchaba.

En contraposición, organizó una comisión científica para estudiar la montaña y sopesar el peligro. No había ningún vulcanólogo en la isla, de modo que se recurrió a los hombres de ciencia más eruditos disponibles: médicos, farmacéuticos, profesores de ciencia... El 7 de mayo, la delegación publicó el siguiente escrito:

"La comisión responsable del estudio de los fenómenos volcánicos del monte Pelée se reunió ayer por la noche, bajo la Presidencia del Gobernador. Después de un análisis profundo de los hechos, la comisión declara que:
1° todos los fenómenos producidos hasta la fecha no tienen nada de anormal y son, al contrario, idénticos a los fenómenos observados en todos los demás volcanes.
2° los cráteres del volcán, que son ampliamente abiertos, y la extensión de los vapores y lodos deben seguir como ya lo hicieron, sin causar terremotos ni proyección de rocas eruptivas. 
3° la posición relativa de los cráteres y valles que desembocan hacia el mar permite afirmar que la seguridad de Saint-Pierre sigue siendo entera."

Estas conclusiones no fueron compartidas por algunos de los presentes. El napolitano Leboffe, capitán del velero Orsolina, conocía muy bien el Vesubio. A toda prisa y saltándose los trámites de la aduana, salió de Saint-Pierre en su navío, asegurando que "si el Vesubio tuviera el mismo aspecto que el Monte Pelée, Nápoles habría sido evacuada".

Entonces el Monte Pelée comenzó a expulsar rocas incandescentes, y una neblina de vapores nocivos cubrió la capital. Escapando de la muerte, todo tipo de criaturas, entre las cuales se encontraban gigantescas víboras venenosas, invadieron las calles. La población se encerró en sus domicilios, y debido a la llegada de los refugiados, los alimentos empezaron a escasear.

El jueves 8 de mayo, a las 7:50 de la mañana, el volcán entró en la fase final de erupción, vomitando toneladas lava y piroclastos a más de diez kilómetros de altura. En cuestión de minutos, Saint-Pierre fue completamente arrasada y 30.000 personas murieron o bien asfixiadas por los gases tóxicos o bien incineradas por la lava y las cenizas. El resto de la isla fue también afectado, aunque en menor medida. Desde las aguas y a una distancia prudencial, los tripulantes de los diversos barcos comerciales fueron testigos de estos hechos. Entre sus testimonios, encontramos fragmentos como los siguientes:

"La montaña explotó en pedazos sin aviso."
"Fue como presenciar la explosión de una refinería de petróleo gigante. Hacia nosotros vino una gigantesca pared de fuego, y su sonido parecía el disparo de mil cañones. La ola de fuego nos cubrió como si fueran relámpagos estallando sobre nosotros. Era un huracán de fuego."
"La ciudad se desintegró ante nuestros ojos."

Tanto el gobernador y el alcalde como los miembros de la comisión del volcán perecieron ese día. Sin embargo y por increíble que parezca, hubo tres supervivientes: Léon Compère-Léandre, un zapatero de veintiocho años que se encontraba en un sótano; Havivra Da Ifrile, una niña que logró escapar de tierra firme en un bote; y Louis-Auguste Cyparis, un asesino convicto que se hallaba preso en una celda subterránea. Otras personas fueron encontradas con vida pero murieron en breve como consecuencia de las heridas.

La celda de Cyparis, con una pequeña ventana.


La casa de Compère se hallaba al pie de una colina que la protegió en parte del impacto directo de la nube ardiente. Padeció severas quemaduras y después de refugiarse durante un tiempo en su sótano, escapó de la ciudad. Sus zambullidas en el mar para refrescarse resultaron vitales para su supervivencia. Más tarde, el zapatero relató:

"Sentí soplar un viento terrible, la tierra comenzó a sacudirse y el cielo se oscureció de repente. Traté de volverme y buscar refugio en mi casa. Con grandes dificultades trepé los tres o cuatro escalones que me separaban de mi habitación, y sentí que me quemaban los brazos, las piernas y el cuerpo. Me caí sobre la mesa. En ese momento, cuatro personas también buscaron resguardo en mi cuarto, gritando con desesperación y llorando de dolor, a pesar de que sus ropas no mostraban señales de haber estado en contacto con el fuego. Tras unos diez minutos, una de estas personas, la niña de los Delavaud, de diez años de edad, cayó muerta; los otros se fueron. Me levanté y fui a otra pieza, donde encontré a Delavaud, el padre de la niña, todavía vestido y acostado sobre la cama, muerto. Estaba violeta e hinchado, pero sus ropas estaban intactas. Enloquecido y desesperado, me tiré sobre una cama, inerte y a la espera de la muerte. Me recuperé tal vez en una hora, cuando me di cuenta de que el techo se incendiaba. Teniendo todavía algunas fuerzas, con las piernas sangrando y cubiertas de quemaduras, corrí a Fonds-Saint-Denis, a seis kilómetros de Saint-Pierre."

En cualquier caso, los rescatistas lo encontraron deambulando por las ruinas de Saint-Pierre en estado de shock. Posteriormente se le contrató como policía para ahuyentar a los saqueadores de los restos de la capital martinica. Se dio la casualidad de que sobrevivió también a la segunda erupción del Monte Pelée el 20 de mayo, que terminó de sepultar la ciudad. Entonces se instaló en Mourne Rouge, un pueblo que fue pasto de las llamas con la tercera y última explosión piroclástica del temible volcán. A diferencia de cientos de personas, el incombustible Léon Compère salió con vida y permaneció en la isla hasta su muerte en 1936.

Ruinas de Saint-Pierre después de la erupción.


Respecto a la pequeña Havivra Da Ifrile, aquella fatídica mañana se dirigía a llevar un recado a la pastelería de su tía, localizada en una atracción turística denominada 'El Sacacorchos', en las afueras de Saint-Pierre. El Sacacorchos era un antiguo cráter situado en la falda del volcán. La densa humareda le indujo a regresar corriendo a la ciudad, donde se encontraría un paisaje apocalíptico:

"Cuando llegué a la calle principal vi una masa hirviente explotando en la cima del Sacacorchos y derramarse colina abajo. Primero corrí por la calle, pero como la corriente se hacía cada vez más grande, iba devorando las casas a ambos lados de la calle. Entonces, vi un enorme río rojo y ardiente que venía desde otra parte de la montaña, cortando las vías de escape de la gente que salía corriendo de sus hogares".

Entonces la niña tomó un bote en la playa y remó hasta resguardarse en el interior de una caverna próxima, donde perdió el conocimiento. El crucero francés Suchet la encontró a la deriva a varios kilómetros de la costa y la rescató. Tanto el bote como ella habían sufrido graves quemaduras.

Una de las calles de Saint-Pierre.


El superviviente más famoso fue, sin duda, Louis-Auguste Cyparis. Encarcelado el 7 de mayo por haber matado a uno de sus amigos en un dueño con puñales, este obrero aguardaba su ejecución, programada para el día 9. Su celda, semienterrada, fue cubierta por la ceniza inicial que la protegió de las elevadas temperaturas. Aun así, tuvo que orinarse en sus ropas mientras la nube piroclástica se colaba por la rejilla del calabozo. Con graves quemaduras en la espalda y los brazos, Cyparis resistió cuatro días de agonía hasta que sus gritos fueron escuchados por un grupo de rescate. Tras ser desenterrado, su pena fue conmutada y su caso dio la vuelta al mundo.

Fue contratado por el circo estadounidense Barnum & Bailey, en el que se le presentaba como "el hombre que sobrevivió al Juicio Final" y mostraba sus impresionantes cicatrices. Se convirtió en la primera estrella de raza negra en el mundo del espectáculo. Falleció en 1929 de causas naturales.


La celda que le salvó la vida todavía puede ser visitada, y constituye una de los principales atractivos de la isla caribeña.


Louis-Auguste Cyparis mostrando sus cicactrices.


El estudio de las causas de esta catástrofe supuso el nacimiento de la vulcanología moderna. Especialmente importante fue el análisis de las nubes ardientes o flujos piroclásticos, probablemente el fenómeno volcánico más mortífero. El nombre del Monte Pelée fue utilizado para bautizar a un determinado tipo de erupción: la peleana.


La tragedia de Martinica permanecerá en los anales de la historia como ejemplo de las terribles consecuencias de la negligencia de un gobernante. Las elecciones que tanto preocupaban a Mouttet nunca llegaron a celebrarse, y sus ansias de poder dieron como fruto la muerte de 30.000 personas.

1 comentario:

  1. Hola, me gusta lo que escribiste, podrías darme tus fuentes o referencias? sería perfecto. Muchas gracias

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